viernes, 16 de noviembre de 2007

Sobre la actualidad del decisionismo


Carl Schmitt vuelve a la actualidad. El gran pensador alemán está entrando en sus noventa y siete años de vida; conoció tiempos de exilio intelectual en su propia patria, después de la Segunda Guerra Mundial, pero ahora, en plena descomposición democrática, su pensamiento vuelve a la superficie, y libros como El romanticismo político (1919), Teología política (1922) y La doctrina de la Constitución (1928), entre otros, vuelven a ser de una tremenda y reveladora actualidad.

Situado su pensamiento bajo el influjo de Donoso Cortés, como bajo el de los llamados reaccionarios franceses, Bonald y De Maistre, podemos colocar su filosofía política en dos posiciones clave: una actitud de enfrentamiento ante el romanticismo, al que considera incapaz de tomar una decisión (de ahí su decisionismo entendido como forma política opuesta al hamletismo romántico) y, como consecuencia directa de esta primera actitud crítica, una inclinación evidente hacia aquellas posibilidades de decisión que pueden ser las soluciones fuertes o las dictaduras, fórmulas políticas necesarias en momentos en que el "poder constituyente" se ve obligado, en nombre de la realidad y de la ensoñación romántica, a tomar una decisión salvadora. ¿Cómo ha evolucionado el poder constituyente en cuanto sujeto? En la tradición política medieval ha sido Dios, luego sustituido por el pueblo desde 1789, el rey después de la Restauración; algunas minorías cualificadas en el marco de la revolución comunista como del fascismo.

Vivimos tiempos de "asamblearismo", como dice Schmitt, de ineficacia política, y es preciso sustituir la debilidad por el poder, con el fin de que la sociedad occidental y especialmente la europea vuelvan a encontrarse a sí mismas. Schmitt estudió durante años la democracia considerada entonces como ejemplar y que fue la república de Weimar, caracterizada, durante casi quince años, por su incapacidad de decisión. Fue ante los errores sustanciales de Weimar como Schmitt forjó su pensamiento político y trató de imponer a la imposibilidad de decisión de la democracia por antonomasia, la solución fuerte. No es la Constitución quien crea normas para la decisión política, sino ésta para aquélla. Hay fuerzas aliadas de una política eficaz, a las que Schmitt llama amigas, del latín amicus, y fuerzas hostiles, del latín hostis. Las fuerzas amigas se autocrean desde las entrañas mismas de una sociedad, como, por ejemplo, el caudillaje, como lo llama Sánchez Albornoz, en España, o el tradicionalismo gauchesco en Argentina, representado por Facundo Quiroga y por el general Rosas, y hay muchas fuerzas hostiles o externas, acudidas desde fuera, impuestas por factores enemigos y que crean sociedades débiles, como la de Weimar o, supongamos, la sociedad política portuguesa actual.

El Estado, para Carl Schmitt, no es una fábrica, sino una fuente de decisiones, producto de la acción política. Pensamiento digno de ser propuesto a los jóvenes de hoy, como una especie de alternativa universitaria a la incultura política de nuestros días, basada en un desconocimiento total de las fuentes amigas, en España, como en todos los países europeos, cuyas constituciones son consecuencia de una falta de poder decisorio original. Además, ¿cómo dejar de relacionar el intelectualismo endeble de los socialismos, como de los centrismos liberales que reinan hoy en la agostada Europa posbélica, con el humanitarismo romántico del que se queja Schmitt en su famoso libro? Vivimos en una Europa postromántica exenta de poder decisionista, presa de unos imperialismos exteriores, o enemigos, que han logrado transformar a las naciones del Viejo Continente en objeto de sus decisiones, perdiendo nuestro mundo la calidad de sujeto político. Es preciso tomar la decisión de formar un "poder constituyente" del que carecemos, lo que explicaría la debilidad de unas constituciones-objeto que paralizan el arranque decisorio de los pueblos europeos. Por este motivo, Europa aparece hoy al observador objetivo como un mundo despolitizado, incapaz de tomar decisiones por su propia cuenta y de discernir claramente entre amigo y enemigo, entre amicus y hostis.

Juan Dacio (Vintila Horia) en El Alcázar (fecha desconocida)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, Jesús, decirte que muy posiblemente te haga la competencia y abra papini.blogspot.com, copiando tu modelo.