domingo, 30 de octubre de 2016

Retorno a Bernanos


Dentro del desierto anímico de la literatura francesa actual (el mismo desierto que conquista y agosta las praderas de España, Italia y Alemania), las revistas literarias de antaño aparecen como sombras de antiguas palmeras, esqueléticos recuerdos de lo que antes habían sido. ¿Dónde están La Nouvelle Revue Française, La Revue de Paris, La Table Ronde, Les Nouvelles Litteraires y otras, que hacían las delicias de nuestra adolescencia? No queda nada. Y tampoco hay novelistas y poetas dignos de este nombre, sino solo fabricantes de literatura mercantil, en casi toda Europa, donde regímenes socialistas o sencillamente democráticos han uniformizado el horizonte literario, como el teatral o el arquitectónico y plástico en general. La monstruosa presencia cerca de la catedral de Notre-Dame, del edifico llamado centro cultural, erigido en el nombre de Pompidou, da cuenta del desastre.

En medio de esta desertización que nos recuerda los versos de Hölderlin sobre la maldición que aplasta a los que contribuyen al ensanche del desierto, se publica una revista de los monárquicos tradicionalistas titulada La Place Royale, dirigida por el gran novelista que es Henry Montaigu, y cuyo último número está dedicado a Georges Bernanos. (La dirección de la revista, para los que podrían interesarse por ella, es: 48 Rue Madame, 75006 París). Colaboran en este número, entre otros: Graham Greene, Jean-Loup Bernanos, Vintila Horia, François Mallet-Joris, Henry Queffelec, Michel del Castillo...

Afirma Graham Greene, no sin razón, que Bernanos no había sido un novelista, sino más bien un escritor, ya que, empujado por su furor y su impaciencia, no supo someterse a las reglas más elementales del juego novelístico. Parece como si se levantase contra su propia posible gloria y fama. Bajo el sol de Satanás sería, según el novelista inglés, una prueba contundente de su afirmación. Mal construido, distribuido en tres partes, que parecen tres cuentos separados, el libro de Bernanos sobrevive y conquista por la fuerza enorme que lleva dentro y que el mismo autor sabe dedicar a la mayor gloria de Dios. Podemos concluir, a tantos años de distancia (Bernanos fallece en 1948), que el autor de La alegría y del Diario de un cura de campo se parece más bien a un artesano medieval, poco preocupado por su nombre, su talento personal y su posibilidad de acumular celebridad y dinero, sino más bien por la medida en que su genio era capaz de acercarlo a Dios y a dar cuenta de ello. Todos los artistas que trabajaron alrededor de las catedrales fueron así. Y Bernanos también.

Situado en la línea polémica, de tradición católica, de Charles Péguy y de León Bloy, Bernanos no fue solo un novelista. Su libro quizá más revelador de su inmenso talento ensayístico y, sobre todo, de su directa posibilidad de comunicación con las causas del desastre contemporáneo, sobre todo en los años que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial, es Franceses, si lo supierais, título escalofriante ya que, según lo podemos constatar, los franceses no lo saben todavía, a casi cuatro decenios de distancia. Afirma, por ejemplo, en uno de sus artículos aparecidos en dicho libro, que tanto las dictaduras como las democracias lo que pretenden es alcanzar "el dirigismo universal" en el marco de un universo totalitario. No solo no aceptaba el comunismo, pero [sic] tampoco a las democracias, culpables, según él, de ambicionar el dirigismo universal con la ayuda de la ciencia, capaces de crear juntas "una civilización enemiga del hombre que cuenta con el Hijo del Hombre para ayudarla a realizar este experimento hasta el final". Palabras tremendamente actuales, dedicadas a aquellos sacerdotes que abandonaban el mensaje de Cristo y se unían a los experimentos exteriores, socializantes, de los dirigismos del siglo. Pero también alude en estas líneas a Emmanuel Mounier y a los falsos intelectuales que se reunían alrededor de al revista Esprit, causa de muchos errores contemporáneos. El polemista Bernanos fue tan grande como el novelista.

Juan Dacio (Vintila Horia) en El Alcázar, 1984

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1 comentario:

Minodora Ruschita dijo...

Un text excelent. Scurt si plin de observații atat de istețe, încât au rămas actuale și după trei decenii.