Misterio completo el nombre y apellido de Giorgione,
uno de los más grandes pintores venecianos, pero misterioso también resulta el
tema de su cuadro más famoso, titulado La tempestad. Giorgione es, como
Jacopone, una manera popular de decir el gran Jorge o el gran Jacobo. Giorgio
en veneciano es Zorzo o Zorzi o Zorzón, lo que en toscano daría Giorgione,
pero, ¿dónde nació y cuándo exactamente? Vasari propone como fecha el
1477, otros el 1478, pero, según parece, nació antes. El apellido podía haber
sido Barbarelli, tal como lo utilizará D´Annunzio en una interpretación
famosa de La tempestad y que habría nacido de una familia noble en
Castelfranco, en el estado de Treviso, sometido a la república de Venecia. Pero
esto tampoco es seguro. Y murió, como sabemos, de una manera digna del secreto
que envuelve toda su vida: con un puñal en la mano, tendido cerca del cuerpo de
su amante, víctimas de la peste, tratando, en un último esfuerzo desesperado,
de defender a la mujer amada de la espada de la muerte.
En cuanto a La tempestad, acaba de aparecer una nueva
versión, una de las mas acertadas, sin duda, debida a Manuela Kretzulesco
y aparecida en el número 4 de Metapolítica (Roma, diciembre de 1984). El
artículo se titula "Meditación sobre La tempestad, de Giorgione",
y arranca de una interpretación humanista que nos parece la más verosímil. El
cuadro se encuentra en Venecia, pertenece a la colección Giovanelli y tuvo
varios títulos, como La familia del artista, desdeñado por la crítica
actual porque el Zorza nunca tuvo una familia, o Adrastes e
Hipsipilos, inspirado en Ovidio, o El soldado y la gitana en un
paisaje de tempestad, y, por último, La tempestad.
Según esta sutil conocedora de los mitos del Renacimiento
italiano, intérprete del Polifilo, de Francisco Colonna, dicho
cuadro tendría una evidente relación con el conocimiento esotérico que está en
la base de todas las interpretaciones humanistas de la época (siglo XV sobre
todo: Giorgione muere en 1510) relacionadas con la mitología clásica.
Aparecen en el cuadro, separados por un río, una mujer desnuda con un niño en
sus brazos, situada a la derecha, y, en la otra orilla y mirándola, un joven
con una lanza en la mano. Detrás de este hay una tumba con dos columnas rotas
encima y, en el fondo, un puente, una ciudad fortificada y, terminando la
perspectiva, un templo renacentista coronado por una cúpula. Las dos columnas
rotas serían, según Manuela Kretzulesco, un símbolo de la muerte, o sea,
de la vida cortada o interrumpida violentamente. Pero, el hecho de que en el
sepulcro mismo falte un ladrillo, nos dejaría comprender un hecho relacionado
con todas las mitologías antiguas concentradas siempre en la resurrección y
que, aquí, significaría una imperfección, la posibilidad, por consiguiente, de
que la tumba hubiese empezado ya a deshacerse, con el fin de liberar al muerto.
La mujer de la derecha sería Venus o Afrodita o Ctonia, símbolo de la
resurrección y de la vida eterna, siendo el niño la figura misma representando
[sic] esta posibilidad, mientras el caballero de la izquierda sería el
romero combatiendo [sic] en nombre de la sabiduría, "el que pasa y
todo lo ve". Pero hay más: según la exploración radiográfica realizada por
Morassi, pudo descubrirse otra mujer situada debajo del joven con la
lanza, que simbolizaría a Venus Anadiomene, que era la representación de la
vida. Mientras la muerte tiene en el sepulcro su representación más clara:
muerte y resurrección, claro está.
Entonces La tempestad sería algo así como un canto
plástico dedicado a las tres fases o significados de Afrodita, la Anadiomene,
la Genitrix y la Ctonia. Pero, entonces, ¿por qué el guerrero sustituyendo a la
mujer de la primera versión? Influenciado por el círculo de humanistas reunidos
en torno a Aldo Manuzio, el célebre editor e impresor veneciano, que
había frecuentado Francisco Colonna, círculo empapado de mitología y
esoterismo clásicos, Gorgione hubiera preferido sustituir a Afrodita por
un joven que nos ofrecería la imagen del combatiente armado, luchando "en
nombre de la sabiduría" o de la Gaya Ciencia, símbolo y explicación de la
vida misma. Mientras el río que separa las dos imágenes sería el agua
primordial, fuente de la vida, como en la Venus naciendo del mar, en el cuadro
de Botticelli, hecho de lágrimas, pero provocadas por el Amor, puesto
que Amor vincit omnia (el amor todo lo vence, o lo envuelve, y tendrá,
al fin y al cabo, el poder de devolver la vida a los que yacen en el sepulcro.
La luz del relámpago, en cambio, que ilumina el fondo del cuadro y sus nubes no
sería sino el símbolo de la plenitud que mana de Zeus, o sea, la iluminación
divina y el dogma de la Resurrección, vinculado, a través del cristianismo, con
todas las religiones antiguas y con la teología de la inmortalidad.
¿Por qué no? ¿Y por qué no aceptar la sugerencia de que la
cúpula del último plano del cuadro fuese un homenaje a Alberti, al que Giorgione
admiraba mucho, maestro de los arquitectos y de los pensadores del
Renacimiento? De esta manera, todo en el cuadro de Giorgione alcanzaría
la perfección de un círculo, o de un kyklos, en la historia de la
cultura occidental.
Juan Dacio
(Vintila Horia), en El Alcázar, ¿1984?
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