De octubre de 1924 es el primer Manifiesto del Surrealismo; y el 2 de diciembre de 1944 es cuando fallece en Milán, entre los estertores de la última guera, el fundador del futurismo italiano,
Felipe Tommaso Marinetti. Los dos movimientos llenaron de sus ruidos la primera mitad de este siglo y todavía el arte y la literatura, por lo menos, viven de aquellos debates, como de todas las nuevas ideas aportadas a principios de nuestra centuria por los representantes de cubistas, dadaístas, expresionistas y de los dos mocvimientos citados más arriba. Entre aciertos y errores, todos los ismos vanguardistas tienen una enorme importancia en el marco de la evolución del espíritu, en el sentido de que apartan al hombre de los prejuicios materialistas y posotivistas del siglo pasado. En este sentido, el gran precursor fue
Marinetti. Nacido en Alejandría de Egipto, en 1879, de padres italianos, realiza sus estudios en un colegio religioso de París y es en francés como redactará sus primeros versos y también el primer manifiesto futurista, aparecido en las páginas del
Figaro en 1909, año en que publicará en Milán la llamada “novela antiafricana” titulada “Mafarka el futurista”, libro de escándalo que le llevará ante el tribunal, pidiendo el fiscal dos meses de cárcel para su autor, que logra la absolución debido a una hábil y estrafalaria defensa. Publicó “La batalla de Trípoli”, en 1912, y “Zan-tumb-tumb”, en 1914; “El aeroplano del Papa”, en 1922, y “Un vientre de mujer”, en 1930. La producción política de Marinetti se centra en otros manifiestos, como “Democracia futurista”, “Más allá del comunismo” o “Fascismo y futurismo” marcados todos ellos por un nacionalismo situado muy cerca del fascismo, por un anticomunismo del mismo estilo y por un anticatolicismo que, más tarde, logró apartarlo de su amigo
Mussolini. Participó en todas las guerras italianas del siglo XX, desde la de Trípoli, pasando por
la Primera Guerra Mundial, la de Etiopía y hasta la segunda mundial. Fiel a su fórmula, “la guerra es la única higiene del mundo”, y a su actitud viril, pegada a la técnica y, sobre todo, a la técnica de la guerra,
Marinetti murió sin haber traicionado nunca sus ideas e ideales.
Inserto, pues, en la vida activa de su tiempo, su doctrina concentrada en sus manifiestos (hubo manifiestos futuristas de la pintura, de la arquitectura, de la música y hasta de la gastronomía) es todo lo que queda de él, mientras sus novelas y poemas se nos antojan amanerados, profundamente estropeados por una fidelidad al pie de la letra a unos cánones literarios más bien exhibicionistas que estéticos. Fue sin duda la pintura futurista la que dejó obras fundadoras en el marco del arte europeo y nombres como los de
Balla,
Boccioni,
Severini,
Soffici y otros dan cuenta de la seriedad de un intento destinado a romper los moldes naturalistas, a introducir en el arte pictórico la velocidad y la tercera dimensión, propósitos difíciles de alcanzar en un lienzo bidimensional, pero que constituyen el complejo anímico y las inquietudes de unos artistas preocupados por el dinamismo del arte y que desembocará más tarde en lo abstracto, que no es poco decir.
Muy importante en la historia del futurismo es su coincidencia vanguardista con el
fascismo. Se puede decir cualquier disparate hoy con referencia al
oscurantismo mussoliniano, pero una cosa es cierta: donde este movimiento de vanguardia, uno de los primeros en Europa, fue aceptado y hasta llevado a
la Real Academia, fue en Italia, habiendo sido el periodista
Mussolini amigo y admirador de
Marinetti desde la publicación del primer manifiesto en 1909. Nunca se apartó el régimen de aquel conato de colaboración y nunca fue perseguido
Marinetti o los suyos durante la era fascista. En cambio, al encontrarse
Marinetti en Rusia, antes de 1914, gozó allí del apoyo de
Mayakovski, el cual lanzó en aquella época un manifiesto de los futuristas rusos. Una vez estallada la revolución, en 1917,
Mayakovski y los futuristas soviéticos, como
Klebnikov y demás, trataron de hacer coincidir las metas del partido revolucionario en el poder con las de la vanguardia que ellos representaban. Después de una aceptación, por parte de
Lenin, de los principios del futurismo, adorador de la técnica, como el comunismo, el conflicto estalló en seguida y fue prohibida cualquier manifestación futurista en
la URSS. En 1929, desengañado por la revolución y sus rumbos reaccionarios, los campos de concentración, la muerte de los poetas, la miseria de los campesinos y de los obreros,
Mayakovski se suicidó en un hotel, víctima de una opresión que continúa todavía, tantos años después. El comunismo no pudo colaborar con la novedad. Mientras el fascismo hizo suyos muchos de los ideales futuristas y colaboró en la renovación de las ideas del siglo, mucho más que el marxismo en el poder. Es un ejemplo muy ilustrativo y que pone de relieve la brillantez intelectual del fascismo, su existencia, como cauce de novedades favorables al ser humano y al artista, mientras el comunismo, al rechazar un ismo mucho más progresista que su doctrina heredada de los materialismos del siglo pasado, se transformó con el tiempo, ya
bajo
Lenin, en un gulag generalizado.
Juan Dacio (Vintila Horia) en El Alcázar (fecha desconocida)
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