martes, 28 de marzo de 2017

El misterio de "La tempestad"


Misterio completo el nombre y apellido de Giorgione, uno de los más grandes pintores venecianos, pero misterioso también resulta el tema de su cuadro más famoso, titulado La tempestad. Giorgione es, como Jacopone, una manera popular de decir el gran Jorge o el gran Jacobo. Giorgio en veneciano es Zorzo o Zorzi o Zorzón, lo que en toscano daría Giorgione, pero, ¿dónde nació y cuándo exactamente? Vasari propone como fecha el 1477, otros el 1478, pero, según parece, nació antes. El apellido podía haber sido Barbarelli, tal como lo utilizará D´Annunzio en una interpretación famosa de La tempestad y que habría nacido de una familia noble en Castelfranco, en el estado de Treviso, sometido a la república de Venecia. Pero esto tampoco es seguro. Y murió, como sabemos, de una manera digna del secreto que envuelve toda su vida: con un puñal en la mano, tendido cerca del cuerpo de su amante, víctimas de la peste, tratando, en un último esfuerzo desesperado, de defender a la mujer amada de la espada de la muerte.

En cuanto a La tempestad, acaba de aparecer una nueva versión, una de las mas acertadas, sin duda, debida a Manuela Kretzulesco y aparecida en el número 4 de Metapolítica (Roma, diciembre de 1984). El artículo se titula "Meditación sobre La tempestad, de Giorgione", y arranca de una interpretación humanista que nos parece la más verosímil. El cuadro se encuentra en Venecia, pertenece a la colección Giovanelli y tuvo varios títulos, como La familia del artista, desdeñado por la crítica actual porque el Zorza nunca tuvo una familia, o Adrastes e Hipsipilos, inspirado en Ovidio, o El soldado y la gitana en un paisaje de tempestad, y, por último, La tempestad.

Según esta sutil conocedora de los mitos del Renacimiento italiano, intérprete del Polifilo, de Francisco Colonna, dicho cuadro tendría una evidente relación con el conocimiento esotérico que está en la base de todas las interpretaciones humanistas de la época (siglo XV sobre todo: Giorgione muere en 1510) relacionadas con la mitología clásica. Aparecen en el cuadro, separados por un río, una mujer desnuda con un niño en sus brazos, situada a la derecha, y, en la otra orilla y mirándola, un joven con una lanza en la mano. Detrás de este hay una tumba con dos columnas rotas encima y, en el fondo, un puente, una ciudad fortificada y, terminando la perspectiva, un templo renacentista coronado por una cúpula. Las dos columnas rotas serían, según Manuela Kretzulesco, un símbolo de la muerte, o sea, de la vida cortada o interrumpida violentamente. Pero, el hecho de que en el sepulcro mismo falte un ladrillo, nos dejaría comprender un hecho relacionado con todas las mitologías antiguas concentradas siempre en la resurrección y que, aquí, significaría una imperfección, la posibilidad, por consiguiente, de que la tumba hubiese empezado ya a deshacerse, con el fin de liberar al muerto. La mujer de la derecha sería Venus o Afrodita o Ctonia, símbolo de la resurrección y de la vida eterna, siendo el niño la figura misma representando [sic] esta posibilidad, mientras el caballero de la izquierda sería el romero combatiendo [sic] en nombre de la sabiduría, "el que pasa y todo lo ve". Pero hay más: según la exploración radiográfica realizada por Morassi, pudo descubrirse otra mujer situada debajo del joven con la lanza, que simbolizaría a Venus Anadiomene, que era la representación de la vida. Mientras la muerte tiene en el sepulcro su representación más clara: muerte y resurrección, claro está.

Entonces La tempestad sería algo así como un canto plástico dedicado a las tres fases o significados de Afrodita, la Anadiomene, la Genitrix y la Ctonia. Pero, entonces, ¿por qué el guerrero sustituyendo a la mujer de la primera versión? Influenciado por el círculo de humanistas reunidos en torno a Aldo Manuzio, el célebre editor e impresor veneciano, que había frecuentado Francisco Colonna, círculo empapado de mitología y esoterismo clásicos, Gorgione hubiera preferido sustituir a Afrodita por un joven que nos ofrecería la imagen del combatiente armado, luchando "en nombre de la sabiduría" o de la Gaya Ciencia, símbolo y explicación de la vida misma. Mientras el río que separa las dos imágenes sería el agua primordial, fuente de la vida, como en la Venus naciendo del mar, en el cuadro de Botticelli, hecho de lágrimas, pero provocadas por el Amor, puesto que Amor vincit omnia (el amor todo lo vence, o lo envuelve, y tendrá, al fin y al cabo, el poder de devolver la vida a los que yacen en el sepulcro. La luz del relámpago, en cambio, que ilumina el fondo del cuadro y sus nubes no sería sino el símbolo de la plenitud que mana de Zeus, o sea, la iluminación divina y el dogma de la Resurrección, vinculado, a través del cristianismo, con todas las religiones antiguas y con la teología de la inmortalidad.

¿Por qué no? ¿Y por qué no aceptar la sugerencia de que la cúpula del último plano del cuadro fuese un homenaje a Alberti, al que Giorgione admiraba mucho, maestro de los arquitectos y de los pensadores del Renacimiento? De esta manera, todo en el cuadro de Giorgione alcanzaría la perfección de un círculo, o de un kyklos, en la historia de la cultura occidental.

Juan Dacio (Vintila Horia), en El Alcázar, ¿1984?


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